«Han pasado 27 años….»
No somos tan viejitas como Rose DeWitt Bukater en Titanic, pero sí que miramos con nostalgia hacia atrás cuando contamos cada uno de los años que han transcurrido desde aquel 16 de diciembre de 1993.
Parece que fue ayer cuando las aguerridas fundadoras lucieron sus becas color granate por la ciudad de los Adelantados (San Cristóbal de La Laguna) con orgullo y felicidad, por cumplir un sueño y haberlo hecho realidad.
Y es que la Tuna Femenina de la Universidad de La Laguna no solo es una agrupación musical universitaria, porque a través de estos años esta tuna se ha nutrido de momentos y vivencias inolvidables: viajes por el mundo, parrandas de madrugada con personas de cualquier parte, lágrimas de novatas al recibir su traje, galardones, rondas imposibles, alegrías, tristezas -pero muuuy poquitas-, amistad, amor… ¡y miles de experiencias más que nos darían para escribir páginas y páginas!
Este año, 2020, ha sido de todo menos redondo. Hemos tenido que guardar temporalmente nuestras cintas, trajes e instrumentos porque teníamos que ser responsables, con la sociedad y con nuestra ciudad. La coyuntura sanitaria ha provocado que hibernemos durante casi un año, con salidas muy esporádicas, y mantengamos a raya nuestras ganas de disfrutar de la Tuna, como hacíamos antaño.
Y sí, este Aniversario no será como los anteriores: nada de ron miel a borbotones, caras amigas en torno a una mesa, música, anécdotas, llantos de emoción…. pero, de lo que sí estamos seguras, es de que la esencia sigue intacta.
Más allá de situaciones complicadas, la Tuna es un sentimiento. No hace falta verla en la calle, en actuaciones o eventos, porque quien forma parte del negro mester sabe que la hermandad y los lazos que nos unen a todos se llevan por dentro y son lo suficientemente sólidos para resistir cualquier tempestad y volver a la carga con ganas renovadas y mayor entusiasmo si cabe.
Gracias a nuestras fundadoras por hacer posible este sueño que ya lleva muuuchos años de realidad; gracias los padrinos que lo hicieron posible; gracias a cada una de las generaciones que han seguido contribuyendo a que se perpetúe la agrupación y gracias a las nuevas aspirantes que, también para ellas, ha sido un año complicado en el que su aprendizaje se ha visto interrumpido.
Y, cómo no, gracias a los que nos han acompañado en el camino: familiares aguantando nuestros cantos desafinados mientras aprendíamos las canciones; amigos externos a la tuna que pensaban que hacíamos rituales de iniciación con sangre y carbón; y a nuestros hermanos y hermanas del tunar, que son, también, nuestra segunda familia,
¡Ah! Y lo más importante, a pesar de todo, sigamos siendo un grupo. De esos que siempre permanecen unidos año tras año. Porque no podemos prescindir de ninguna y todas somos especiales.
¡Aúpa Tuna!